A pesar de sus diferencias, que en ocasiones son enormes, todos ellos presentan una serie de curiosas similitudes, que escuetamente pasamos a comentar:
1.- Son seres interdimensionales y atemporales. A diferencia de nosotros, no se rigen por las leyes físicas ordinarias, o al menos eso parece. Sin embargo, todos los indicios hacen pensar que viven como nosotros en la Tierra a pesar de que son seres del mundo etérico y astral y que comparten con los humanos los mismos lugares (ríos, bosques, montañas e incluso hogares).
Todos los elementales están esencialmente ligados a elementos y fuerzas que forman parte del lado desconocido de la naturaleza. Tanto ellos como los Devas la protegen y se mimetizan en ella de forma tal que una agresión a árboles, plantas y animales la consideran una afrenta hacia
ellos mismos.
2.- Generalmente viven en comunidades y están organizados jerárquicamente, existiendo un jefe, rey o reina que los gobierna (así ocurre con la familia de las hadas, de las lamias, de los xacios, etcétera), incluidos los seres vinculados a los hogares, como son los duendes o familiares, que suelen obrar en colectividad, si bien se anifiestan por separado. Al vivir en tribus o grupos, tienen comportamientos similares a los de los humanos; se casan, tienen hijos, entierros, etcétera.
3.- En su estado habitual son invisibles para el hombre, aunque no para algunos niños y animales (por ejemplo, una variedad de los duendes, los tardos, son visibles para los gatos y perros). Sin embargo, tienen cierta capacidad para materializarse en nuestra dimensión física y, por tanto, para hacerse visibles. Muchas veces, aunque lo deseen, no son visibles en su totalidad, lo que ha motivado la existencia de una gran diversidad de opiniones sobre su naturaleza, aunque la teoría más generalizada es considerarles seres intermedios entre el hombre y los ángeles, con cuerpos ligeros, cambiantes, camaleónicos y tan sutiles que pueden hacerlos aparecer o desaparecer a voluntad.
4.- La característica anterior puede ser ampliada en el sentido de que muchos elementales pueden cambiar de tamaño y forma, adoptando tanto aspectos grotescos como hermosos, e incluso animalescos. Esta posibilidad está hoy en día muy discutida, siendo probable que, en realidad, lo que ocurra, no es que voluntariamente quieran parecer feos o grotescos, sino que sean realmente así. La creencia general de que su tamaño es siempre diminuto hay que cuestionarla, pues aunque prefieren el reducido -para ocultarse mejor de las miradas indiscretas-, pueden adoptar tamaños gigantescos. Lo cierto es que son multiformes, como así se lo confirmó al investigador Walter Wentz uno de sus informantes: «Pueden aparecer bajo distintas formas. Una vez se me apareció uno que apenas tenía un metro de altura y era de complexión robusta, pero me dijo: "Soy mayor de lo que tú ahora me ves. Podemos rejuvenecer a los viejos, empequeñecer a los grandes y engrandecer a los pequeños".
5.- Respecto a su temperamento, son, por lo general, juguetones. Les encanta confundir, asustar y asombrar a los humanos con sus trucos, invenciones y juegos (así lo hacen, al menos, los «elementales de la tierra», como trasgos, frailecillos, sumicios y demás familia de duendes, así como los seres de los bosques, como el Tentirujo, el diaño burlón o el Busgoso). Son caprichosos y se les describe como seres codiciosos, con tendencia a la melancolía.
6.- Están enormemente interesados en determinados aspectos sexuales de los humanos, de forma directa o indirecta, produciéndose en ocasiones contactos y uniones. Es éste un asunto de gran importancia, pues es una constante permanente en su relación con nosotros (piénsese en los íncubos y a los súcubos). En España existen claros vestigios de enlaces entre humanos y elementales que han dejado descendencia. Este aspecto es especialmente interesante por estar poco estudiado por los folcloristas y del cual hablamos ampliamente en otra obra.
7.- Cuando se hacen amigos de un humano o, por alguna razón, lo estiman y aprecian, le otorgan grandes regalos materiales (oro, joyas, etc.) o bien poderes psíquicos (telepatía, clarividencia...). Si, por el contrario, nos enemistamos con ellos, son tremendamente rencorosos y vengativos.
Un ejemplo muy claro lo tenemos con los duendes, familiares y hadas.
8.- Viven muchos más años que los hombres, pero sin llegar a ser inmortales. Pueden alcanzar del orden de 500 o más años, según los casos, y cuando llegan a una cierta edad, dependiendo de cada grupo, empiezan a menguar, de manera que vienen a menos hasta desvanecerse totalmente. Los Espíritus de la Naturaleza no pueden ser estruidos por los elementos más densos y groseros del fuego, la tierra, el aire o el agua.
Funcionan en una banda de vibración mucho más alta que la de las sustancias Terrestres. Al estar compuestos por apenas un único elemento o principio -el éter en el que funcionan- (a diferencia del hombre, que está compuesto por varias naturalezas, como son el cuerpo, mente, alma, espíritu...), no poseen espíritu inmortal, y, al llegarles la muerte, simplemente se desintegran en el elemento individual original. Los que están compuestos de éter terrestre (gnomos, duendes, enanos...) son los que viven menos, y los del aire los que viven más.
9.- Son éticamente neutros, y pueden resultar perversos y dañinos, así como bondadosos y amables, en función de nuestro contacto personal con ellos y de lo que simbolizan. No olvidemos que representan todos los aspectos de la Naturaleza, a la que están vinculados de forma inherente y esencial. Carecen de conciencia, de mente, de un yo individualizado, y, por esta razón, no distinguen moralmente el bien del mal, aunque ayudan a la gente bondadosa y perjudican a los que son malvados con ellos. Se supone que tales criaturas son incapaces de desarrollo espiritual, pero algunas tienen un sorprendente elevado carácter moral.
10.- Son inteligentes, en el sentido de que obedecen a un fin racional y concreto. Algunos parecen poseer una inteligencia extremadamente desarrollada, pero todos tienen ciertas limitaciones que les hacen en ocasiones parecer débiles y fáciles de engañar ante los humanos, aunque muchos de ellos disponen de poderes para nosotros inalcanzables.
11.- Conocen y usan los elementos y leyes de la Naturaleza para conseguir sus objetivos (como los Nuberos y los Ventolines), y con frecuencia se les atribuye la construcción de megalitos, razón por la cual algunos estudiosos vinculan erróneamente a ciertos «elementales» con los dioses de los antiguos, aunque la verdad es que casi todos ellos poseen fuerza física y poder de sugestión como para afectar a nuestra voluntad y sentimientos si estamos en su campo de acción (como el canto de las sirenas o la danza de las hadas, por ejemplo).
12.- No hay nada que les aterrorice tanto como el hierro y el frío acero, a pesar de que, paradójicamente, algunos de ellos, como los enanos o los gnomos, se dediquen a la profesión de herreros. Sus armas -que las tienen- no están nunca compuestas de estos materiales, sino que, en su mayoría, están confeccionadas con una piedra similar al pedernal amarillo, utilizando las mismas para defenderse, aunque también para atacar a animales. De todo esto, se infiere que uno de los mejores talismanes para evitar su presencia es el hierro y todos sus derivados.
13.- Por último, habría que señalar que sus principales ocupaciones, en las que desgastan la mayor parte de sus energías, son: la música, la danza, las luchas, los juegos y el amor. Básicamente poseen tres grandes festividades: la del mes de mayo, la del 24 de junio (solsticio de verano) y la del mes de noviembre.
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